Damián.
Resulta curioso ver como adelantan las tecnologías. No soy tan mayor pero llegué a arar con mulo y con yunta y no estaba mal. El otro día vi un tractor con un arado de ocho vertederas. Había varias personas viendo cómo trabajaba y con entusiasmo comentaban ¡cuánta tierra mueve eso!
No seré yo quien pontifique respecto a las labores que cada cual haga en su finca, pero esos arados nunca fueron santo de mi devoción. Todavía recuerdo una de las últimas “broncas” con mi padre a cuenta de llamar o no al tractor para que nos hiciera el arado. Siempre me ha gustado más la grada o el cultivador y sobre todo “los topos”. Dejan la tierra con la misma disposición y no sacan “tierra fría”.
Es curioso este concepto, “tierra fría”. El frío es algo que siempre me lleva a falta de vida, de calor. Y en el suelo hay tanta vida y tanto calor. Dicen que en 1 centímetro cúbico de tierra hay más seres vivos que humanos vivimos en la Tierra. Yo no los he contado, pero son muchos, desde el topillo o la lombriz a la menor de las bacterias, pasando por los miles de seres microscópicos que se entienden como pueden en una vecindad, que si bien está en continua evolución, es la relación más antigua establecida por seres vivos sobre tierra firme.
Sin embargo no va más allá de los primeros 30 ó 40 centímetros de profundidad y ¡resulta al mismo tiempo tan frági! Ha demostrado una capacidad de recuperación y de adaptación incomparable ante cualquier cambio al que sometamos al sistema de vida en el suelo. Es la resiliencia, bonito vocablo, suena hasta bien. El sistema ha llegado a sobreponerse a alteraciones extraterrestres, ahí queda eso. Recordemos que cuando los dinosaurios desaparecieron el suelo siguió manteniendo vida y siendo el soporte y el sustento de los seres que ocuparon el lugar dejado por los más grandes animales que han poblado el planeta. Pero nosotros estamos muy por encima del impacto de meteoritos gigantes. Nosotros somos capaces de aniquilar toda la vida milenaria de un suelo a través de una máquina que al voltear, entierra y asfixia a esos microorganismos, o simplemente añadiendo productos químicos con nombres terminados en “cidas”. Tiene gracia que para crear algo vivo que luego servirá como nuestro sustento vital, nuestra comida, comencemos el proceso matando.
Es tan diferente caminar sobre un suelo muerto que hacerlo sobre uno lleno de vida. Cuando el suelo contiene micro y macroorganismos parece que nos hablara. Si oímos nuestras pisadas podemos captar su respiración. Está mullido, es blando, agradable a los sentidos, nos habla, huele, respira….
Pero eso ya lo dejamos para otro día.