En esta sección de SaludConsciencia, Isabel Camacho nos ofrece otra forma de abordar la salud. En ella las personas buscan su equilibrio y la rarmonía con el medio.

Publicado en Correos de la Vega nº 12

Isabel Camacho

Ya estamos en otoño. Si tenemos la suerte de tener un árbol frente a nuestra ventana, seguro que venimos notando, de un tiempo a esta parte, que algunas de sus hojas van palideciendo y se tornan amarillas, como si la savia las abandonara y dejara de nutrirlas, acabando por caer al tiempo que van, poco a poco, desnudando las ramas.

Los tiempos de cambio de estación son importantes por ser períodos de reorganización: momentos para incrementar la conciencia del cambio, de nuestro entorno cambiante y de nosotros mismos. Son momentos para reconsiderar las prioridades de la vida, pero también son tiempos de mayor tensión y, por tanto, de dificultades físicas y enfermedad potencial. La adaptación adecuada a las estaciones resulta esencial para disfrutar de una buena salud continuada.

El sistema de medicina chino tradicional resulta muy interesante a la hora de interpretar las estaciones y dar recomendaciones para el mantenimiento de la salud en cada una de ellas.

A partir del equinoccio del 22 de septiembre, en el que la duración del día iguala a la de la noche, se hace cada día más evidente el decrecimiento de las horas de luz que comenzó en junio, y el incremento de las de oscuridad, hasta llegar al solsticio de invierno, el 21 de diciembre, la noche más larga del año, cerca de nuestra Navidad. A partir de entonces, los días empezarán a crecer y la noche a decrecer, para llegar de nuevo a igualarse en el equinoccio de primavera y alcanzar con el solsticio de verano (por la noche de San Juan), el día más largo que origina, inevitablemente, que la luz se vaya retirando de nuevo y el ciclo Yin-Yang vuelva a empezar.

Los meses de otoño e invierno se corresponden con la fase Yin o fase oscura del año, en la que la luz del día dura menos de 12 horas.

Con la entrada del otoño, la energía del universo inicia el movimiento hacia el interior, como esa savia que parece retirarse de la copa y partes externas del árbol. Es una oportunidad para la introspección. Es un buen momento para acabar los proyectos iniciados en la primavera y el verano y para iniciar otros nuevos, de índole más casera y orientados hacia nuestro mundo interno. Si nos movemos con las leyes de la naturaleza, las energías de cada momento serán nuestras aliadas y nuestra salud se beneficiará. Cuando nos movemos fuera de estas leyes o nos resistimos al cambio, aparecen las dificultades.

El otoño nos invita a una serie de actividades físicas determinadas: Los paseos al atardecer, el yoga, el Tai Chi o el Chi Kung.

La dieta también deberá adaptarse a las nuevas necesidades de la estación, y es un buen momento para hacer una limpieza (aprovechando las frutas de la temporada como las uvas; por supuesto, de cultivo ecológico) o un breve ayuno.

Al otoño le corresponden, como órganos asociados, los pulmones y el intestino grueso, los cuales habrá que cuidar y reforzar para prevenir catarros o estreñimiento.

También hemos de estar atentos a los factores emocionales que si están en equilibrio nos aportarán optimismo, vitalidad y sensibilidad; pero si se perturban nos llevarán a la tristeza, melancolía o abulia.

En otoño hay que cultivar las importantes virtudes mentales del pensamiento claro, la apertura a las nuevas ideas y la capacidad de relajación. Es un momento estupendo para iniciar actividades como la contemplación (de los atardeceres, por ejemplo), la escritura, la lectura o la meditación, que serán de gran ayuda en la siguiente estación.

Por Correos de la Vega

El Jueves 16 de octubre de 2008

Actualizado el 16 de octubre de 2008