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Desde el dolor: Palestina

Con estas acciones Israel ha abierto una enorme escuela en la que “educa” a los palestinos en el odio, la ira, el deseo de destruir a los que le han ocasionado toda ese dolor y destrucción. Después, cuando estos niños y jóvenes que están viviendo este horror abracen las ideologías más radicales, la comunidad internacional dirá que son terroristas

Paco Cáceres

Publicado en Correos de la Vega

Cuando trabajaba en la escuela leía cada año el informe anual sobre la infancia de UNICEF. Aportaba mucha información que los libros de texto nunca dan. Uno de los documentos que más me impresionó reflexionaba acerca de los niños que sobreviven al hambre.

Utilizamos las estadísticas para hablar de la terrible lacra, remediable por otra parte, de los niños que mueren por desnutrición, pero nos olvidamos de la terrible tragedia de los que sobreviven a ella. Básicamente, la falta de una alimentación mínima afecta al normal desarrollo de los primeros años de vida. Los daños irreversibles impiden un crecimiento físico y mental normal que ocasionan a esos niños secuelas de por vida.

De la masacre en la franja de Gaza nos aportan cada día la cifra de muertos, pero hay otras tragedias que, como pasa con los desnutridos, arrastrarán secuelas de por vida; los heridos con miembros mutilados, rostros desfigurados, problemas de salud para siempre... la inseguridad, el miedo, la huida no se sabe a donde, el frío, el rompimiento de la comunidad, la falta de alimentos, agua, medicinas, las casas destruidas, los campos arrasados, el dolor por los familiares y amigos asesinados, los huérfanos, la impotencia ante un mundo que se cruza de brazos... En suma; el terror en su grado máximo. Ese terror se une a otro ejercido en tiempo de “paz” en el que el bloqueo israelí hace imposible que los palestinos puedan cubrir sus necesidades básicas y puedan tener una vida normal.

Con estas acciones Israel ha abierto una enorme escuela en la que “educa” a los palestinos en el odio, la ira, el deseo de destruir a los que le han ocasionado toda ese dolor y destrucción. Después, cuando estos niños y jóvenes que están viviendo este horror abracen las ideologías más radicales, la comunidad internacional dirá que son terroristas. Por decirlo de forma gráfica; los pisotean, los machacan, los patean, les ponen el pie en el pescuezo y el rifle en la sien, y cuando la víctima intenta con sus brazos defenderse, el agresor dice: “Veis, son agresivos, son terroristas”. Y los vuelven a machacar con el beneplácito de la “comunidad internacional”.

A lo largo del tiempo, desde que las potencias occidentales impusieron el estado de Israel en medio de Palestina (nunca crearon un estado para los gitanos, homosexuales, anarquistas, etc. víctimas también del genocidio), situaciones como la de ahora se han estado viviendo de continuo; recordemos la huida de palestinos a los estados vecinos, la creación de campos de refugiados, la ocupación permanente, las masacres nunca juzgadas de miles de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila (¿no son los milicianos de hoy los niños de entonces?), las distintas invasiones de Líbano, la matanza en Jenin que nunca se investigó, el goteo diario de muertes y represión, el muro de separación que humilla y dificulta la vida a los palestinos, la destrucción de casas y de campos de cultivos siempre que le viene en gana a Israel... A pesar de esta historia siempre se les ha exigido a los palestinos que den respuestas pacíficas a este permanente estado de violencia. Es sencillamente imposible; las terribles vivencias sufridas no se pueden meter en una lata y arrojarlas al contenedor; son rescoldos permanentes.

Quede claro, no justifico ningún tipo de violencia, analizo y me pongo en el lugar del palestino. ¿Podría yo actuar de forma pacífica? ¿Si se cultiva violencia y opresión puede nacer paz y amor? Escribo todo esto desde el dolor, desde un profundo dolor que me desequilibra, desde la impotencia, desde el asco de estar representado a nivel europeo por quienes estoy representado. Hago enormes esfuerzos para que no se rompa mi equilibrio. Es difícil.

A veces me acuesto, cierro los ojos y trato de imaginar un mundo nuevo y creo que es posible. A veces trato de imaginar que se arregla la situación en Palestina... no puedo.

Una sola esperanza me recorre; cuando en las calles del Planeta nos juntamos personas a las que nos duele este genocidio, y cualquier otro, y juntamos nuestra voz, nuestro hilo de voz, para gritar que los que ordenan, aplauden y justifican –o miran para otro lado- esta matanza representan el lado más oscuro de la humanidad; digo, que cuando nos juntamos, pienso que no todo está perdido.

Esta noche, cuando me acueste cerraré los ojos e intentaré imaginar que todas esas voces que piden que la humanidad se humanice consiguen entrar en todas las casas, en las escuelas, en los helados corazones de la gente apática y rompen los odios, los egoísmos, los miedos y se va gestando un mundo nuevo... Es difícil. Tendré que concentrarme mucho. No sé si lo conseguiré, pero no sabéis cuánto lo necesito.

Por Correos de la Vega

El Miércoles 14 de enero de 2009

Actualizado el 10 de febrero de 2009