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La Vega Sur, belleza intranquila llena de esperanza

Un recorrido por la Vega Sur. Belleza llena de intranquilidad. Se refleja en los jubilados que temen ser expulsados de la Vega por la construcción de un paruqe de ocio. Pero las luchas nos llenan de esperanza: La Vega seguirá siendo Vega.

Dedicados a eslabones de la Vega:

A Antonio Hurtado,"El NIñillo" y a todos los jubilados que nunca se jubilarán de la Vega. Ellos son savia y sabiduría que nos alimentan.

A Alberto Matarán, José María García y a Raquel Vinuesa. Ellos y otros desde distintas experiencias son los jóvenes que transmitirán a los de su generación y las venideras esa savia y sabiduría de Vega.

Paco Cáceres. 27-mayo-09

Publicado en Correos de la Vega

En un paseo por los caminos de la Vega Sur, guiados por la experiencia de Antonio Hurtado, José María García y yo hemos recorrido huertas y cortijillos y hemos charlado con agricultores de la zona. Contrastaba la belleza y tranquilidad en la que nos sumergíamos con la queja triste y rabiosa de los campesinos ante el futuro de la Vega Sur. Parecía que a ese día luminoso, entre las sombras de cerezos y nogales, con la Sierra al fondo, envueltos en los distintos volúmenes que formaban árboles, hortalizas, rosales y vides, en las mil tonalidades de verdes con pinceladas rojas, amarillas y naranjas de flores y frutos, en el rumor y frescor de las acequias y algún que otro canto de pájaro. Digo, que pareciera corresponder a ese paisaje las risas, las palabras alegres y algún texto poético. Pues no, De la belleza emergía la intranquilidad, el desasosiego, a veces la desesperanza. Me acordé del sentimiento de pérdida de Boabdil, cuando las tropas extranjeras los echaron de su querida Granada. Cuando digo Boabdil no me acuerdo del rey, me acuerdo del símbolo que representaba, de tantos y tantos campesinos y ciudadanos granadinos que tuvieron que salir de la Vega y la ciudad. Unos antes, otros después, la barbarie los expulsó de sus huertas, de sus barrios y por tanto de sus propias vidas.

En ese entorno paradisíaco, labramos una animada charla, José María tomó unas buenas fotos para la exposición del día 6 de junio y sentimos en nuestras bocas el dulzor de las cerezas. Se nos hacía tarde y nos encaminamos a la huerta de Antonio Hurtado, conocido por el Niñillo. Allí nos esperaban una decena de jubilados que parecían parte del mismo entorno. Sus primeras palabras ya sintetizaban la amargura; “¿Cómo pueden destruir todo esto y a nosotros?”. Las palabras, todas las palabras juntas se tornaban en grito de rabia de la Vega. Esos rostros llenos de arrugas, sol y mucho trabajo y amor a la tierra no acababan de entender que alguien desde un despacho hubiera diseñado el entierro de la Vega Sur.

Y en esto llegó Trini, la sencilla y sabia voz de la tierra. Tanto ella como yo intentábamos transmitir que la lucha que llevamos es la esperanza de salvación de la Vega. Y empezaban a salir propuestas de cosas que tendríamos que hacer. Después asomaba el desánimo y el sentimiento de que el poder es fuerza y la gente sencilla no tiene recursos contra los gobernantes. De pronto empezaron a desgranarse un rosario de historias de las relaciones de cada uno de ellos con la tierra que cultivan; y asomó sufrimiento, esfuerzo, sueños, ternura... Brillaban ojos y corazones. Todo sonaba a fuerte abrazo con la Vega, a manos que acarician la tierra. Confieso que se me echaba un nudo en la garganta cuando expresaban con más dolor que palabras que sus vidas no tienen sentido sin la Vega, que no es humano el dolor y la incertidumbre en la que viven ahora. Yo escuchaba y les daba ánimos; “Esta batalla la tenemos ganada, pero tenemos que seguir ahí, unidos para demostrar nuestra fuerza, para llevar nuestros argumentos a la sociedad. La Vega va a seguir siendo vega”. Lo decía como lo siento. Mientras hablaba, masticaba y rumiaba lo que había escuchado y me decía a mí mismo que no le podemos fallar a esta gente sencilla, que tenemos que dar hasta el último aliento, que no es solo la vega lo que se puede perder, que también puede desaparecer la vida que fluye pegada a la vega, la que creció con los mil cultivos y sudores, la que se confunde con colores, sabores y olores. Porque la Vega es también ser humano, porque éste, junto a la naturaleza, dio lo mejor de sí a través de lo siglos para que la Vega sea lo que es hoy. Porque Vega y ser humano forman una unidad, una dignidad. Y eso es lo que hay que defender.

Llegó la hora de la despedida, cada jubilado cogió un camino, y José María y yo le seguimos los pasos a Trini hasta su huerta y otras de alrededor. Conocer a sus nogales alimentados por su humanidad fue como presentarse ante alguien de su familia... Y cuando sentía tanto, ¡qué pena! Se me hacía tarde y tenía que volver. Dejé ese vergel con todo el dolor de mi corazón y subí de nuevo a mi bicicleta rumbo a Las Gabias, me metí por el río Monachil, este año con agua, y fui sorteando obras y ladrillos, pero mi cabeza estaba en lo vivido. Le daba vueltas de nuevo a cómo seguir en la batalla, cómo podríamos idear las nuevas luchas, cómo agrandar la familia de la Vega, cómo hacer que jóvenes como José María y otros tomen el relevo y transmitan a su generación y las que vengan la necesidad de salvar este patrimonio y nuestros propios valores como seres humanos.

Las palabras escuchadas me parecían con tanto color y sabor como la propia vega. Vega y ser humano son un todo. No defendemos sólo el espacio físico, defendemos también al ser humano en su relación con ese espacio físico. Iba en la bicicleta y sentía la enorme responsabilidad que tenemos, pero al mismo tiempo notaba que esos cientos y cientos de años que juntaban las personas que en tertulia debatían debajo de los árboles de la huerta del Niñillo, me daban alimento y fuerza para seguir. Eran rica savia. para nuevas luchas, para seguir avanzando.

Hoy escribo esto porque quiero transmitir este sentimiento individual y colectivo al mismo tiempo. Individual porque lo siento yo como persona, pero colectivo porque ha sido forjado por mil encuentros y vivencias con todos los compañeros de Salvemos la Vega con los de Vega Sur, con las comunidades de regantes y con otras personas y amigos que están embarcados en el mismo sueño.

Hoy me ha dolido el sufrimiento de unos hombres que temen perder en el último tramo de su vida lo que tanto han amado. Hoy he vivido la vega física y humana. Hoy los campesino jubilados soltaban rabia, decían nombres propios a los que maldecían junto a la propia idea del parque... Por cierto, después de lo escuchado no me extrañaría que en un futuro los hoy nietos de más tierna edad de estos campesinos, algún día nos digan que sus abuelos, en sus cuentos infantiles siempre les hablaban de un ogro muy malo llamado Pezzi. Después los estudiosos dirán que hubo unas campesinos que personificaron en ese nombre el mal que quería destruir la Vega. Menos mal que esos nietos contarán todo esto a sus descendientes sentados bajo un nogal o un cerezo, junto a una acequia. Ahí en la Vega Sur, más bella aún después de que aquellas luchas consiguieran protegerla y dinamizarla. Con ello, la Vega adquirió lo mejor del rostro de la naturaleza y del ser humano.

Portafolio

Por Correos de la Vega

El Miércoles 27 de mayo de 2009

Actualizado el 27 de mayo de 2009