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Relatos veraniegos

¿Vacaciones? ¡En mi patio!

En verano suelo salir a mi patio cuando el sol da las últimas bocanadas. Es todo un ritual, me bajo mi flamenco, enchufo el aparatejo y cantaor va, cantaor viene. Al ratillo el tintillo de verano o de invierno, según pide el cuerpo.

Paco Cáceres

No es que sea un malafollá, aunque como granadino tengo todo el derecho. No, si a mí me gusta darme un garbeo por el mundo y conocer, disfrutar, sentir otros paisajes, otras gentes... pero mi patio... Me pasa como a aquel cura muy enfermo al que visitaba un compañero; “con lo bueno que has sido tú; ¡tienes el cielo ganado!” Y el moribundo decía; “sí, pero como en casa de uno”

En verano suelo salir a mi patio cuando el sol da las últimas bocanadas. Es todo un ritual, me bajo mi flamenco, enchufo el aparatejo y cantaor va, cantaor viene. Al ratillo el tintillo de verano o de invierno, según pide el cuerpo. El compás se esparce por los arriates, la guitarra se sube a la parra y los quejíos lo inundan todo. A veces me dejo llevar y cantamos a medias. A Tomatito le tengo confianza y pienso que haríamos un buen dúo, él con la guitarra y yo jaleándolo; “¡Ole Tomatito! ¡Qué manos!”. A gustito, me siento bien.

Sin darme cuenta las estrellas cierran la noche, vientecillo en mi rostro, el silencio me cuenta cosas. Los arces y el cerezo agitan sus hojas, miro las estrellas, mis torpes ojos no ayudan, pero como sé donde están, adivino la Osa Mayor, la Menor o Casiopea. A partir de ahí, la inmensidad del Universo que asoma en el techo de mi patio me empequeñece y vuelvo a la niñez, a aquellos silencios igual a éstos, a aquellos cielos iguales a éstos, algo más contaminados lumínicamente los últimos, es verdad. Ya mi alma de niño se mezcla con mis arrugas y con las cicatrices de la vida y me confundo, no alcanzo a ver si soy el niño, el adulto o ambos a la vez. Circulan figuras; la niña que me hacía tilín, el amigo inolvidable de cuyo nombre no me acuerdo, mi madre, mi padre, mi hermano... Algún ruido rompe la cadena de la historia y el paseo por la vida tiene el billete cumplido por hoy. Me siento muy relajado.

Otras noches, cuando el silencio ahoga la música, pienso y sueño. Cambio el mundo desde mi patio; desde los despachos de los poderosos no lo hacen. Y desaparecen niños desnutridos, mundos insostenibles ambientalmente y ogros imperialistas que aterrorizan el Planeta... Después por la mañana cuando leo los periódicos veo que algo falló; todo sigue igual. Entonces comprendo que el granito de arena de cada uno, el que cambia esto, no se pone; me prometo hacer algo más.

No creáis que sólo por eso me gustan las vacaciones en mi patio. No, he de confesar mi mala suerte, en los camping, la meada la tengo que echar siempre en la otra punta y eso de noche sienta fatal. Aquí no, aquí ni espero colas ni me pilla lejos; y eso es de agradecer. No son tonterías, esas cosas pequeñas ¡dan tanta felicidad!

También las mañanas tienen su encanto. Cuando el cuerpo me pilla bien me voy temprano para la Vega y entre acequias y maizales, hortalizas, higueras y algún que otro nogal te sientes paisaje, después entras al pueblo, revolotean golondrinas, bebes agua y el cafelito mañanero; ya tienes el día entonado. Pero si la pereza me atrapa, desde mi cama escucho el jolgorio de los gorriones que viven junto a mi ventana, un poco más tarde asomará el primer verderón; en el invierno venía el mirlo de las siete de la mañana, pero se molestaría por algo y no volvió.

A media tarde, yo que aguanto el calor, me voy a correr. Unas veces cojo secano y otras Vega, unas voy al Dílar y otras al Tesorillo, unas veces trago polvo y otras me asfixio, pero decía mi madre que sarna con gusto no pica. Correr es ver el paisaje a muchas revoluciones, bueno, ya a mi edad no vacilaré; a menos revoluciones.

A estas alturas algunos me dirán privilegiado por tener patio. Es verdad, pero mi cuna es muy humilde y el jugo del entorno lo sacaba de donde pillaba. A veces, de niño, me atraía una simple maceta de mi madre.

Mi patio... a pesar de él me daré una vuelta por esos mundos locos, pero nada más salir pensaré; ¿estará bien mi cerezo? ¿Se habrá secado alguna maceta? ¿Habrán criado los gorriones? ¿Habrá algún volantón llamando a la madre? ¿Estarán las peras maduras? ¿Se habrá cargado el jodido purgón mi melocotonero? Y cuando esté llegando a mi destino, para qué engañarnos, cambiaré las preguntas; ¿habrá buena gente? ¿Podré dormir buena siesta donde vaya? ¿Quedará el servicio lejos?

Por Correos de la Vega

El Lunes 23 de agosto de 2010

Actualizado el 23 de agosto de 2010