Paco Cáceres
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Antonio Navarro Yáñez, más conocido en La Vega Sur como “El Pitres”, y en Vegas del Genil como “El Vikingo”, nos dejó ayer físicamente para vivir en nuestra memoria. Su vida empezó como una carrera por la supervivencia. A los 8 años, Antonio, ya era pastor, cuidador de cabras en el cortijo Parejo. Trabajaba por una perra gorda y la comida. Emprendedor, con viva inteligencia y una enorme capacidad de entrega y sacrificio, supo superar todos los obstáculos y convertirse en un gran profesional de la agricultura. Y, cómo no, en un gran defensor de la Vega. Antonio ha muerto. Nuestro más profundo pésame a la familia. Y a toda la Vega.
Conocí a Antonio hace algo más de 10 años. Fue en las luchas en defensa de la Vega Sur. Durante largos meses compartimos con otra mucha gente horas y horas de reuniones, diálogos, actividades, concentraciones, charlas, visitas a responsables de la Junta en Sevilla y Granada... Todo ello nos ayudó a descubrir que estábamos ante un hombre con una enorme valía humana y grandes conocimientos de la agricultura y la vega. Y no se conformaba con la experiencia... “Estoy leyendo un tratado de agricultura del siglo XI y es muy interesante”, nos decía para después pasar a exponernos las partes más destacadas. Le gustaba leer y conocer todo lo relacionado con la agricultura. Ayer precisamente, en el velatorio, su hija Puri me recordaba que su padre fue uno de los primeros agricultores que hizo un curso de agricultura ecológica. Además, con esa memoria prodigiosa que tenía, retenía todo lo aprendido. Para nosotros era un lujo escucharlo.
Recuerdo una visita que hicimos al museo personal de Diego de Cájar, otro agricultor que participó en las luchas referidas. Tenía un numeroso y variado material agrícola de distintas époccas. Antonio lo conocía todo y nos explicó para qué servía cada pieza con todo lujo de detalles. Nos quedamos con la boca abierta. ¡Conocía a la perfección todo lo que había en el museo! Para José Castillo fue una bendición; su aportación a las investigaciones de la Vega que coordinaba fueron muy importantes.
Esos conocimientos también los llevo a escuelas, institutos y otros lugares. Antonio, que era Presidente de la asociación de mayores “La Vega es Vida”, llevó junto a El Niñillo o Miguel Vilcchez la sabiduría campesina a todos los lugares donde se demandaba. Pienso que los tres sabios visitaron las escuelas y otros centros de enseñanza en estos tiempos más que cuando eran niños.
Por otra parte, su talante personal también nos ayudó mucho a rebajar tensiones en los encuentros que tuvimos con la Junta en Sevilla y Granada. A todas las reuniones acudía con un “detalle” del mundo de la agricultura; unas ramitas olorosas, unos frutos... que ofrecía a nuestros interlocutores explicándoles al tiempo la grandeza de la vega. Eso sí, sin abandonar nunca lo que nos llevaba a los despachos; la Vega Sur no podía desaparecer. Y lo conseguimos.
Siempre digo y diré que gracias a aquellas luchas surgió una gran amistad entre defensores de la Vega y un amplio grupo de agricultores, entre los que se encontraba Antonio. Ahora precisamente cumplíamos 10 años de aquel viaje por la defensa del territorio regado por el río Monachil. Empezamos las celebraciones en junio y lo llamé para que participara en la reuniones preparatorias y los actos que celebráramos. “Estoy regular, Paco, no sé si iré, pero en lo que pueda, contad conmigo”. No ha podido ser, su testimonio hubiera tenido un gran peso.
Como muchos agricultores, Antonio murió con las botas puestas. En sus últimos años cultivaba en su huerto verduras y hortalizas. Recuerdo que muchas veces llegaba a las reuniones y comidas con productos de la huerta que nos regalaba a todos. Hasta hace poco bajó al huerto, pero nos decía ayer Alejandro de Vegas del Genil. “el día que dejó de hacerlo entristecimos porque sabíamos lo que significaba eso”.
Voy acabando. Me cuesta trabajo elaborar estas líneas porque se agolpan las vivencias y la emoción al mismo tiempo. La pérdida de Antonio para nosotros, y para la Vega, es dolorosa; pero sé, sabemos que su figura tan humana, singular y de gran sabiduría campesina, lo convierte en uno de los grandes referentes que nos estimulará en la defensa y dinamización de la Vega de Granada.
Hoy, junto a “El Pitres”, o “El Vikingo”, recordamos que hace dos años, también en Vegas del Genil, perdíamos a otro gran hermano de Vega; Ricardo Ávila. Pero no, son pérdidas físicas, porque sus grandezas personales y enseñanzas viven en nosotros y nos estimulan, y estimularán para seguir defendiendo nuestra querida Vega de Granada. Lo dejamos escrito para que las futuras generaciones sepan que la vega de la que puedan vivir y disfrutar; esa vega que tanta identiddad nos da a las gentes granadinas se debe en gran parte a personas como ellas.